Me habían hecho creer que debía tener sueños. Grandes sueños y ambiciones. Y yo, por las noches sólo podía pensar en tomar su mano. Pero tenía que soñar en grande, esas cosas van y vienen. Pero no entendía cómo, si me sentía pequeña, podía soñar en grande. Yo sólo quería ir al parque y sentir sol del atardecer en mi piel. Pero el sol nunca era lo suficientemente grande. Y me habían hecho creer, además, que si no lo hacía iba a fracasar. Entonces, tuve que olvidarme de todos esos atardeceres, de su mano y de todas las películas absurdas que quería ver.
Me habían hecho creer que invierno hay que tener frío y en verano hay que tener calor. Me habían hecho creer eso y yo un verano tuve frío. Mientras algunos disfrutaban de sus piletas, mientras otros se encerraban con aire acondicionado. Yo estaba simplemente adentro, sin pileta sin aire, y aún así tenía frío. Tanto, que no podía hablar, la boca me tiritaba, el cuerpo me temblaba. Y no encontraba nada para calentarme porque el problema era yo, que tenía frío y en verano había que tener calor. Qué culpa tenía el mundo de mis errores.
Y me habían hecho creer que si la temperatura subía debía tener calor. Incluso lo decía la ciencia. Y yo le creía, pero igual tenía frío. Me habían hecho creer en algo. Pero se habían olvidado que el frío es la ausencia del calor. Y, quizás, el problema era que el mundo no era lo suficientemente cálido para mí.
Créditos: Foto de portada propia.